El Romanticismo
El Romanticismo, la expresión artística y literaria del pensamiento liberal, penetró por primera vez en España en 1820 y alcanzó su máxima importancia entre los años 1830-40, una década marcada por la vuelta del exilio de muchos liberales tras la muerte de Fernando VII. Habían recibido influencias del Romanticismo francés tardío sin seguir los modelos ingleses y alemanes. Mariano José de Larra (1809-37) fue su máximo exponente y el espíritu romántico se dejó sentir todavía a finales de siglo a través de la poesía del Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) y, de manera parcial, en el drama grandilocuente del primer ganador español del Premio Nobel, José Echegaray.
El Romanticismo daría paso al movimiento costumbrista de Mesonero Romanos y Estebánez Calderón; a la poesía de Espronceda y a las piezas teatrales del Duque de Rivas, García Gutiérrez, Hartzenbusch y José Zorrilla (Don Juan Tenorio).
Durante la segunda mitad de siglo la exaltación romántica de los valores nacionalistas estimuló la aparición de las culturas regionales. En Cataluña, se restablecieron los Juegos Florales y Rubio i Ors, Verdaguer (L´Atlàntida y Canigó) y Guimerá (Terra baixa y Mar i cel) iniciaron un renacimiento lingüístico y literario catalán (la Renaixença).
De un modo similar, Nicomedes Pastor Díaz puso las bases para el renacimiento de las letras gallegas, que producirían dos figuras de excepción: Rosalía de Castro y Curros Enríquez.
En el último tercio de siglo, el movimiento romántico encontró su contrapartida en la prosa realista relacionada con el costumbrismo, el retrato de costumbres y usos: Fernán Caballero, Alarcón y Pered fueron los mayores exponentes. En el teatro, hubo autores prominentes como el sofisticado escritor de comedias Tamayo y Baus y Ventura de la Vega, autor de sainetes (farsas en un acto) y libretos para zarzuelas. Las dos grandes figuras de este período fueron Juan Valera (1828-1905) y Benito Pérez Galdós (1843-1920). Galdós, padre de la novela contemporánea, recreó la historia mundial de los 70 años anteriores en sus Episodios Nacionales.
El Realismo y Costumbrismo dieron paso al Naturalismo, con tres figuras de excepción: Leopoldo Alas "Clarín", Emilia Pardo Bazán y Vicente Blasco Ibáñez.
El final del siglo XIX fue testigo de inquietudes artísticas, filosóficas, literarias y políticas. Las instituciones fundadas a principios de siglo -el Ateneos (asociación cultural) y las Sociedades Artísticas y Literarias-, alcanzaron su momento de mayor actividad. El idealismo ético y la filosofía krausista representaron la ideología fundamental de los intelectuales más progresistas, aunque hubo muchos que permanecieron fieles a ideas más tradicionales. Joaquín Costa y Giner de los Ríos iniciaron el movimiento regeneracionista que dio como fruto varios investigadores extraordinarios en el campo del estudio de la historia: Amador de los Ríos, Menéndez Pidal, Rafael Altamira, Mila y Fontanals. El filósofo tradicional más importante fue Marcelino Menéndez Pelayo. Al mismo tiempo, se produjo una recuperación gradual en las investigaciones científicas, sobre todo en el campo de la medicina, con figuras tan importantes como Jaime Ferrán y el que sería ganador del Premio Nobel, Santiago Ramón y Cajal.
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